Los hombres no lloran: la mentira que nos contaron

Los hombres no lloran: la mentira que nos contaron (y debemos olvidar)

Todos nuestros años de formación los pasamos en la escuela aprendiendo sobre fórmulas matemáticas, fechas importantes de la historia, capitales de países y nombres de elementos de la tabla periódica. Aprendemos todos estos datos, pero al mismo tiempo la educación emocional que recibimos es nula; a través de experiencias personales tomamos consciencia de lo que implica el amor, la decepción, el enojo, el miedo, la alegría, la tristeza y todos los demás sentimientos.

Esta falta de comprensión de nuestro sentir emocional crea conceptos erróneos fomentados por la sociedad y a través de la interacción con otras personas. Se nos dice que los hombres no somos seres sentimentales, que estamos más interesados en las cuestiones prácticas y que en todo momento debemos ser racionales.

Al final terminamos formando parte de un círculo vicioso, en el que jamás se nos ha enseñado a relacionarnos con nuestro lado sentimental y por lo tanto somos incapaces de abrirnos con otras personas, ¿cómo vamos a pedir ayuda cuando estamos deprimidos o tristes si ni siquiera sabemos detectar cuando tenemos estos sentimientos?

Los hombres no lloran: la mentira que nos contaron

“Los niños no lloran”

En los últimos años, se ha comenzado a hablar de la importancia del llanto, que puede ser un medio para comunicar las emociones, lidiar con el dolor, liberar estrés y remover toxinas del cuerpo y del torrente sanguíneo. En sociedades machistas las lágrimas eran sinónimo de debilidad y una expresión que no tenía cabida en un hombre, que por excelencia era el representante de la templanza y la fortaleza física.  

Afortunadamente, las nuevas masculinidades han comenzado a revertir esta tendencia al deconstruir la idea de que el hombre no tiene un lado sentimental. Si bien cada vez hay menos padres que le dirían a sus hijos que “llorar es para las niñas”, todavía queda mucho por cambiar; aún vivimos en una sociedad a la que le parece extraño ver una expresión sentimental de un hombre, y que puede ser sujeto de burla cuando no lo hacen en la esfera privada (sólo hay que recordar que Michael Jordan y Will Smith se convirtieron en un Meme después de llorar en público).

El estigma que todavía tienen nuestras lágrimas ha limitado nuestra capacidad de detectar cuando estamos tristes o pasamos por una depresión. Se trata de una represión de las emociones que puede tener consecuencias graves, debido a que en nuestro caso es más aceptado el enojo y la ira, convirtiéndolos en la única expresión sentimental que muchos hombres son capaces de experimentar.

Los hombres no lloran: la mentira que nos contaron

Los riesgos de no llorar

Si ante una situación difícil no podemos llorar por ser hombres, nuestro cuerpo debe liberarse de las emociones por alguna vía y ante la represión de los sentimientos lo único que queda es la ira. Por esta razón, la psicóloga Christia Brown encuentra que en esta represión se encuentra la razón por la que los hombres son más propensos a asistir a terapias de control de ira, mientras que las mujeres reportan con más frecuencia casos de depresión.

Esto podría evidenciar que estamos en una sociedad en la que es mucho más aceptable que los hombres mostremos ira y violencia en lugar de depresión. Son convencionales los arranques de enojo en medio del tráfico o cuando se está ante una situación difícil, pero es extraño hablar de la forma en que uno se siente con amigos, familiares o en terapia.

Esta falta de educación sentimental no sólo nos afecta internamente, puede relacionarse con la incapacidad de crear empatía y una conexión con otras personas. Reprimir nuestros sentimientos nos hace incapaces de detectar cuando estamos pasando por una depresión y al mismo tiempo nos hace ajenos al dolor de otras personas, no es posible comprender por lo que el otro está pasando si no nos permitimos abrazar.

Es claro que en una generación no se pueden cambiar todos los constructos sociales que nos afectan diariamente. No obstante, podemos dar pasos para tener una mejor educación sentimental, pensando en las emociones y sentimientos, los hechos y acciones que nos afectan, abriéndonos con otras personas cuando estemos pasando por una situación difícil y dejar fluir las lágrimas en caso de que lleguen a nuestros ojos, porque al final el llanto es una de las respuestas emocionales más grandes que tiene nuestro cuerpo.